viernes, 28 de enero de 2011

Algo personal - Joan Manuel Serrat (1983)


Probablemente en su pueblo se les recordará
como cachorros de buenas personas,
que hurtaban flores para regalar a su mamá
y daban de comer a las palomas.

Probablemente que todo eso debe ser verdad,
aunque es más turbio cómo y de qué manera
llegaron esos individuos a ser lo que son
ni a quién sirven cuando alzan las banderas.

Hombres de paja que usan la colonia y el honor
para ocultar oscuras intenciones:
tienen doble vida, son sicarios del mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad,
viajan de incógnito en autos blindados
a sembrar calumnias, a mentir con naturalidad,
a colgar en las escuelas su retrato.

Se gastan más de lo que tienen en coleccionar
espías, listas negras y arsenales;
resulta bochornoso verles fanfarronear
a ver quién es el que la tiene más grande.

Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz,
juegan con cosas que no tienen repuesto
y la culpa es del otro si algo les sale mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Y como quien en la cosa, nada tiene que perder.
Pulsan la alarma y rompen las promesas
y en nombre de quien no tienen el gusto de conocer
nos ponen la pistola en la cabeza.

Se agarran de los pelos, pero para no ensuciar
van a cagar a casa de otra gente
y experimentan nuevos métodos de masacrar,
sofisticados y a la vez convincentes.

No conocen ni a su padre cuando pierden el control,
ni recuerdan que en el mundo hay niños.
Nos niegan a todos el pan y la sal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Pero, eso sí, los sicarios no pierden ocasión
de declarar públicamente su empeño
en propiciar un diálogo de franca distensión
que les permita hallar un marco previo

que garantice unas premisas mínimas
que faciliten crear los resortes
que impulsen un punto de partida sólido y capaz
de este a oeste y de sur a norte,

donde establecer las bases de un tratado de amistad
que contribuya a poner los cimientos
de una plataforma donde edificar
un hermoso futuro de amor y paz.

martes, 11 de enero de 2011

Muérete

Los inquisidores se regocijaban, nadie debe apagar las llamas,
los delincuentes, al fin, tendrían su merecido:
El fuego hacía “justicia”…
Los adultos, garantes del cumplimiento de la ley,
dictaron sentencia: “muérete”…

viernes, 7 de enero de 2011

Blog en 20 Minutos













superficial para el sexo sin compromiso
profunda en el amor sin condiciones

lunes, 3 de enero de 2011

Llover sobre mojado. Silvio Rodríguez, 1979


Despierto en una erótica caricia
y sin amanecer me estoy quemando.
Ruego que antes del fin de la delicia
la luz me diga quién estoy amando.

Hago un café romántico o barroco,
recobro mi cabeza en agua fría
y en el espejo veo al viejo loco
que cada día piensa que es su día.

Vaya forma de saber
que aún quiere llover
sobre mojado.


Leo que hubo masacre y recompensa,
que retocan la muerte, el egoísmo.
Reviso, pues, la fecha de la prensa.
Me pareció que ayer decía lo mismo.

Me entrego preocupado a la lectura
del diario acontecer de nuestra trama.
Y sé por la sección de la cultura
que el pasado conquista nueva fama.

Salgo y pregunto por un viejo amigo
de aquellos tiempos duramente humanos,
pero nos lo ha podrido el enemigo,
degollaron su alma en nuestras manos.

Absurdo suponer que el paraíso
es sólo la igualdad, las buenas leyes.
El sueño se hace a mano y sin permiso,
arando el porvenir con viejos bueyes.

Un obrero me ve, me llama artista,
noblemente, me suma su estatura.
Y por esa bondad mi corta vista
se alarga como sueño que madura.

Y así termina el día que redacto,
con un batir de ala en la ceniza.
Mañana volverá con nuevo impacto
el sol que me evapora y me da prisa.