martes, 28 de enero de 2014

Aprender a mirar abrazando otras perspectivas

Viajar es algo que siempre me ha gustado mucho, respirar otros aires, ver cosas diferentes, conocer gente nueva. La decisión de estudiar Geología quizás fue motivada por el deseo de recorrer paisajes y sendas poco recorridas.. He acampado en los lugares más remotos, conocido las ciudades más pobladas e increíbles de buena parte de mi país y del continente.

En esos recorridos he conocido personas excepcionales y desprendidas. Gente que te da compañía, consejos, comparte  experiencias, conocimientos y alegría. El balance con la gente siempre es favorable, hay mucha gente buena.            

Sin embargo hay viajes predestinados al encuentro  con aquella especie más temida de viajero. Aquellos que critican invariablemente todo lo que se atraviese a su paso,  son dueños de países pues siempre inician con las frases diciendo  “en mi país …”,  “el nuestro es mejor, más grande, más nuevo, más listo, mejor”.

Hace unos años en un viaje a Bonaire,  me tropecé con un par de estos personajes roidos por el virus de “el mío es más grande que el tuyo” o “tengo, tengo, tengo, tu no tienes nada”.

Teníamos por guía a una chica muy agradable de veintitantos años que nos iba contando la historia del circuito. Ella titubeaba un poco buscando las palabras, más adecuadas,  pero hablaba razonablemente bien y con fluidez el idioma español.

La pareja en mención, en voz baja y a veces no tanto, hacía críticas cada vez más mordaces a la chica por su acento e insistían en ridicularizar todo lo que iban conociendo en nuestro recorrido por la isla.
 La guía percibía lo que sucedía y con donaire y gran dignidad encajaba las risotadas de este par de cavernícolas, mientras continuaba con la narración del recorrido y contando anécdotas de los diversos lugares.

Algunos del grupo nos sentíamos incómodos con las burlas de la pareja e incentivábamos a la chica a continuar con su narrativa mientras ignorábamos  a los fastidiosos.
 Cuando llegamos al tema de la educación, le pregunté como era el sistema de enseñanza para el estudio de idiomas.  La mujer de los sarcasmos exclamó: “pero ché, que van a aprender o saber en este sitio perdido”.

Nuestra guía ignoró el comentario y me respondió en perfecto español: “Acá desde niños aprendemos el papiamento, que es nuestra lengua materna. En la escuela primaria nos enseñan el holandés,  idioma que pasamos a hablar fluidamente antes de terminar la primaria. En la primaria también estudiamos el inglés y terminamos hablándolo bien antes de terminar la educación media.
En el bachillerato tomé como optativas el alemán, que no resultó difícil por su parecido con el holandés y  empecé a estudiar portugués, ya que recibimos muchos turistas del Brasil.
 Ahora que estoy en la Universidad, decidí estudiar el español, sólo llevo 2 semestres, por esto les pido disculpas, ya que no lo hablo con excelencia”.


Sin ponernos de acuerdo todos aplaudimos a nuestra guía, luego de esto, afortunadamente, no volvimos a escuchar ni una palabra de la parejita de indeseables.