martes, 28 de diciembre de 2010

Camino a Madrid












Pasa a mi lado, como si todo el aire no fuera suficiente. Boquea con un estertor rítmico que se mezcla con el sonido de las turbinas.
Avanza muy lentamente, cinco hileras adelante se desliza y cae suavemente. Sólo veo sus piernas, todos duermen, no hay sobresaltos, en dos segundos ya estoy a su lado.
El altavoz solicita un médico, que logra estabilizarlo.
Infarto y tres horas para llegar a nuestro destino.
Sobre el Atlántico, sostengo su vida con mi mirada.

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